domingo, 4 de mayo de 2014

CARACHULA, la ciudad de Piedra...



Nubes merodeando las alturas de piedra y viento
Carachula, la ciudad de Piedra
En medio del pajonal, desafiando a los sentidos, la ciudad de piedra emerge imponente


No es necesario viajar largas distancias para acceder a esos lugares mágicos en donde el asombro y la aventura se hermanan para convidarnos experiencias únicas en familia, entre amigos o al abrigo de la soledad. Nuestro país, lo sabemos, tiene de todo: paisajismo, cultura, biodiversidad, gastronomía, gente hermosa y amable, etc.; y nuestra provincia, sus cantones, parroquias y comunidades son un ejemplo de esa magia que hace del Ecuador un destino turístico a nivel mundial, un país con el mundo atento a su belleza incomparable y todos sus misterios. Y es que Ecuador es un país chiquito en donde todo lo que necesitas está a un paso, cerquita, destacándose siempre aquellos rincones que exigen, para acceder a ellos, una buena dosis de aventura y confianza en lo que va proponiendo el camino porque, valga el lugar común, este Ecuador profundo enamora y reta los sentidos. 
Por todo esto, desde hace ya varios años, me he tomado la “tarea” de conocer y disfrutar de algunos parajes de este país maravilloso para, junto a viajeros y caminantes, fotografiar y describir esos pedacitos del paraiso como aquél al cual, hace tiempo atrás y con la pretención, casi necesidad, de ahondar profundamente los secretos de la ciudad de piedra, partimos un grupo de cerca de 10 personas, amigos todos, acompañados de un guía nativo y la desición de explorar los recovecos en las cuevas que se abren entre piedra y bosque como misterios mágicos, escondidos, majestuosos... 
Camino a Carachula


Caminamos, lo recuerdo con la nitidez del sueño tras despertar antes de que acabe, atravesando la lluvia y la neblina de rigor, en el páramo de nuestra serranía, en donde parecían resonar las palabras del poeta como trozos de rocío en la “almohadilla”: “a los manantiales se asiste desde la desorientación…” (Malohé, Casa de las Américas, 2000), palabras que calan ondo la espesura del tiempo arrinconado en el pajonal mientras, paso a paso, se acortaba la distancia hacia la ciudad de piedra de Shaggly, en Santa Isabel.
- “¿Y qué van a hacer allá?”, preguntaba un amigo cuando preparábamos la salida ante lo cual, apenas, pude recordar mi primera visita a las piedras de Carachula que fue cuando entendí que, para conocerlas en verdad, se necesitaban no un día, ni dos, sino muchos… y ante la insistencia del amigo: “¿pero para qué van 3 días, qué hay allí?”, respondí: “pues, una “piedra” del porte del mall, que se levanta de la nada en medio del páramo y en la que, si subes a su cima, ves grietas y cuevas y bosques de polypepis y huavisays dentro de ella que, simplemente, te invitan a pasar… y alrededor ves algunas más como esa, o más pequeñas, pero llenas de geo-formas que parecieran obedecer a un plan humano-divino, como esos mensajes que se graban para la posteridad...”. Y tengo la certeza de no haber exagerado en el intento de describir en pocas palabras la inmensidad de Carachula, con la sensación de haber dicho poco, de todo lo que ahí se encuentra para el deleite de los sentidos.

La inmensidad de Carachula

Piedras, cuevas y bosques encantados

bosques encajonados entre rocas giganges
 Y, claro, el amigo decidió acompañarnos sumándose al grupo que, una vez en Zhaggly, esa hermosa parroquia andina en donde el tiempo pareciera haber olvidado su continuidad  y desde donde nace el agua para Santa Isabel y otros poblados cercanos (a decir de los habitantes) y, mochilas, carpas, hornillas, cámaras y tantas espectativas “al hombro”, tuvimos la buena fortuna de presenciar una proseción religiosa y de ser parte de una comida comunal a la cual fuimos convidados, para nuestra buena fortuna. 
No podríamos haber imaginado un mejor comienzo: la belleza de la procesión, la abundancia y exquisitez  de la comida (si no mal recuerdo: caldo de gallina runa, cuy asado con papas, huevo duro y mote con cáscara y, para finalizar, dulce de camote con pan) que nos convidaran y la plática con los lugareños quienes, entre otras cosas, nos contaron que las piedras de Carachula fueron, en realidad, una ciudad, con su iglesia, casas y “todo cuanto compete a un poblado cristiano” y que fue encantada en un viernes santo por un sacerdote, desapareciéndola o tornándo todo en roca, para ser más precisos y que, ahora, solo otro sacerdote “conocedor” podría desencartarla, devolviéndole a la vida. 
Otras personas, que habían escuchado el relato, dijeron que había otra versión en la cual, quienes la han vivido, aseguran que los viernes santos, después de las 24h00, la ciudad cobra vida únicamente en el lapso de tiempo que significa una hora, que hasta se escuchan los campanazos de la iglesia llamando a misa mientras “se hiela la sangre de uno...”, si es que se atreve ese uno a llegar hasta la ciudad para ser testigo de lo que sucede; el peligro, continúan, radica en que si el espectador de dicho suceso no abandona el lugar pasada la media noche, pasa a ser parte de la ciudad de piedra.
Los profundos acantilados en la cima de una de las piedras de la ciudad...

geoformas de Carachula


CÁPSULA
Parroquia Shaglli: a 35 kilometros al norte de Santa Isabel.
Altitud: 2700 msnm.
Población: 2600 habitantes, aproximadamente.
Ciudad de Piedra de Carachula: está a unos 20 minutos en carro, desde Shaglli, y a un par de horas caminando.
Altitud: 3200 msnm.




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