Nubes merodeando las alturas de piedra y viento |
Carachula, la ciudad de Piedra
En medio del
pajonal, desafiando a los sentidos, la ciudad
de piedra emerge imponente
No es necesario viajar largas distancias para acceder a esos lugares
mágicos en donde el asombro y la aventura se hermanan para convidarnos
experiencias únicas en familia, entre amigos o al abrigo de la soledad. Nuestro
país, lo sabemos, tiene de todo: paisajismo, cultura, biodiversidad, gastronomía,
gente hermosa y amable, etc.; y nuestra provincia, sus cantones, parroquias y
comunidades son un ejemplo de esa magia que hace del Ecuador un destino
turístico a nivel mundial, un país con el mundo atento a su belleza
incomparable y todos sus misterios. Y es que Ecuador es un país chiquito en
donde todo lo que necesitas está a un paso, cerquita, destacándose siempre aquellos
rincones que exigen, para acceder a ellos, una buena dosis de aventura y confianza
en lo que va proponiendo el camino porque, valga el lugar común, este Ecuador
profundo enamora y reta los sentidos.
Por todo esto, desde hace ya varios años, me he tomado la “tarea” de
conocer y disfrutar de algunos parajes de este país maravilloso para, junto a
viajeros y caminantes, fotografiar y describir esos pedacitos del paraiso como
aquél al cual, hace tiempo atrás y con la pretención, casi necesidad, de ahondar
profundamente los secretos de la ciudad de
piedra, partimos un grupo de cerca de 10 personas, amigos todos,
acompañados de un guía nativo y la desición de explorar los recovecos en las
cuevas que se abren entre piedra y bosque como misterios mágicos, escondidos, majestuosos...
Camino a Carachula |
Caminamos, lo recuerdo con la nitidez del sueño tras despertar antes
de que acabe, atravesando la lluvia y la neblina de rigor, en el páramo de
nuestra serranía, en donde parecían resonar las palabras del poeta como trozos
de rocío en la “almohadilla”: “a los manantiales se asiste desde la
desorientación…” (Malohé, Casa de las Américas, 2000), palabras que calan ondo
la espesura del tiempo arrinconado en el pajonal mientras, paso a paso, se
acortaba la distancia hacia la ciudad de piedra de Shaggly, en Santa Isabel.
- “¿Y qué van a hacer allá?”, preguntaba un amigo cuando
preparábamos la salida ante lo cual, apenas, pude recordar mi primera visita a
las piedras de Carachula que fue cuando entendí que, para conocerlas en verdad,
se necesitaban no un día, ni dos, sino muchos… y ante la insistencia del amigo:
“¿pero para qué van 3 días, qué hay allí?”, respondí: “pues, una “piedra” del
porte del mall, que se levanta de la nada en medio del páramo y en la que, si
subes a su cima, ves grietas y cuevas y bosques de polypepis y huavisays dentro
de ella que, simplemente, te invitan a pasar… y alrededor ves algunas más como
esa, o más pequeñas, pero llenas de geo-formas que parecieran obedecer a un
plan humano-divino, como esos mensajes que se graban para la posteridad...”. Y
tengo la certeza de no haber exagerado en el intento de describir en pocas
palabras la inmensidad de Carachula, con la sensación de haber dicho poco, de
todo lo que ahí se encuentra para el deleite de los sentidos.
La inmensidad de Carachula |
Piedras, cuevas y bosques encantados
bosques encajonados entre rocas giganges |
Y, claro, el amigo decidió acompañarnos sumándose al grupo que, una
vez en Zhaggly, esa hermosa parroquia andina en donde el tiempo pareciera haber
olvidado su continuidad y desde donde
nace el agua para Santa Isabel y otros poblados cercanos (a decir de los
habitantes) y, mochilas, carpas, hornillas, cámaras y tantas espectativas “al
hombro”, tuvimos la buena fortuna de presenciar una proseción religiosa y de
ser parte de una comida comunal a la cual fuimos convidados, para nuestra buena
fortuna.
No podríamos haber imaginado un mejor comienzo: la belleza de la
procesión, la abundancia y exquisitez de
la comida (si no mal recuerdo: caldo de gallina runa, cuy asado con papas,
huevo duro y mote con cáscara y, para finalizar, dulce de camote con pan) que
nos convidaran y la plática con los lugareños quienes, entre otras cosas, nos
contaron que las piedras de Carachula fueron, en realidad,
una ciudad, con su iglesia, casas y “todo cuanto compete a un poblado
cristiano” y que fue encantada en un viernes santo por un sacerdote,
desapareciéndola o tornándo todo en roca, para ser más precisos y que, ahora,
solo otro sacerdote “conocedor” podría desencartarla, devolviéndole a la vida.
Otras personas, que habían escuchado el relato, dijeron que
había otra versión en la cual, quienes la han vivido, aseguran que los viernes
santos, después de las 24h00, la ciudad cobra vida únicamente en el lapso de
tiempo que significa una hora, que hasta se escuchan los campanazos de la
iglesia llamando a misa mientras “se hiela la sangre de uno...”, si es que se
atreve ese uno a llegar hasta la ciudad para ser testigo de lo que sucede; el
peligro, continúan, radica en que si el espectador de dicho suceso no abandona
el lugar pasada la media noche, pasa a ser parte de la ciudad de piedra.
Los profundos acantilados en la cima de una de las piedras de la ciudad... |
geoformas de Carachula |
CÁPSULA
Parroquia Shaglli: a 35 kilometros al norte
de Santa Isabel.
Altitud: 2700 msnm.
Población: 2600 habitantes,
aproximadamente.
Ciudad de Piedra de Carachula: está a
unos 20 minutos en carro, desde Shaglli, y a un par de horas caminando.
Altitud: 3200 msnm.
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