Las Tres Lagunas y el maravilloso Fasayñan
En la geografía de nuestra sierra encontramos lugares que derraman magia
El cerro Fasayñan, mítico y majestuoso |
Desde hace varios años, cuando estudiaba en la Universidad del
Azuay y la consigna con los amigos era aprovechar nuestra Geografía Sagrada y
conocer todos los lugares que se guardan el encanto de aquello en donde nacen
las leyendas, el solo nombre del cerro Fasayñan sonaba a reto, a irrealidad, casi
a imposible. Y recuerdo que muchos de los amigos planificaron salidas, con todo
el equipo necesario para pasar la noche en los páramos de nuestra serranía y,
una y otra vez, el resultado era el mismo: “el cerro no nos dejó subir,
amaneció un clima hermoso y a medida que ascendimos, nos cayó la neblina. No
llegamos…”. Y, claro, la leyenda crecía, la gana de conocerlo y de evidenciar
eso de magia que lo encierra como niebla al misterio por lo que, hace un par de
años, con algunos de esos amigos que lo son desde y hasta siempre y con quienes
hemos caminado tantas montañas y perdidas y heladas y mapas ausentes y carpas
prestadas: el Tomi Carpio y el Sebas Lazo, intentamos la travesía confiados en
la buena fortuna (es decir, sin guía) que resultó bastante diferente de lo que
pensamos, pero, claro, maravillosa al final.
Es así que un sábado de un amanecer despejado, cielo azul y
ni una nube a la vista, como el que esperábamos en son de buen augurio
(difícilmente tendría algo que ver el amanecer en Cuenca con el clima de
Principal, desde donde se parte la excursión, pero igual decidimos
interpretarlo como ese augurio positivo necesario para empezar) salimos en el
auto del amigo dispuestos a confiar en la buena suerte y, vale decirlo, en la
experiencia en la montaña que cada uno tenía que, sin ser basta tampoco era
nula, por lo que parecía buena idea.
Entonces, a media mañana, o un poquito menos, estábamos ya
en Principal, esa hermosa parroquia de Chordeleg que descansa a las faldas del
Fasayñan y en la cual, tras abastecernos de lo básico para comer en la montaña
(tallarines, atún, pan, queso, caramelos y alguna otra cosita) y de pedir
indicaciones de cómo ascender al cerro y de dónde dejar el carro, empezamos a
caminar a eso de las 10h00, con el peso en la espalda de las carpas, bolsas de
dormir, cámaras y lentes, cocineta, ollas y todo aquello más la risa nerviosa
de tener un mapa mental trazado con las indicaciones de los habitantes que
supieron guiarnos oralmente, algo así como: “verá, usted siga derecho, no hay
dónde perderse, aunque en el cerro no se sabe… pero verá, siga usted derecho
hasta encontrar un puente, lo cruza y sigue de nuevo, derecho hasta que se
dobla la montaña y de ahí sigue a la izquierda y después de un potrero y un
bosque que se corta, de repente, pueden pasar la noche. Al día siguiente, si
está despejado, pueden subir…”; parece fácil, ¿no?
Y caminamos y cruzamos el puente y encontramos la izquierda
en el medio de la nada (me hizo pensar en el libro de Gardner: Izquierda y
derecha en el Cosmos, ante el silencio del páramo, la imponencia de la montaña
y la atención perdida de un grupo de amigos) y nos perdimos y dudamos y
seguimos subiendo hasta que, en un claro del bosque, con un árbol solitario
como indicando el lugar correcto, armamos el campamento para pasar la noche.
Inesperadamente llegamos a las Tres Lagunas
Las Tres Lagunas con la cascada de fondo
No lo sé explicar y soy guturalmente honesto al relatar esta
parte del paseo, porque la verdad nunca entendí, ni entendimos, cómo o dónde
nos perdimos de tal manera que, aunque estábamos –con absoluta certeza-
acampando a las faldas del cerro mítico tanto tiempo buscado, de repente y tras
unas 4 horas de camino nos vimos de frente a otro de esos paisajes maravillosos
que tiene nuestro país y nuestra región y que, de súbito, nos dejó atónitos.
Mucho por la belleza de la que escribo, es decir, pajonal envuelto en una
tenue, como sutil neblina (de esas que aunque están, por todo lado, permiten
ver a través de ellas como para adornar la vista) y detrás, atravesándola, tres
hermosas lagunas en una seguidilla de ensueño y demarcadas por una imponente
pared de roca oscura y, como si fuera poco, una cascada precipitándose al útero
de una de esas maravillosas cochas andinas, depositarias de misterios y
lenguajes tiempo ya perdidos, aunque latentes para el escucha atento.
Atónitos, maravillados ante el espectáculo natural que
teníamos en frente sumaba a esa suerte de desconcierto un letrero que a pocos
metros encontramos: Las Tres Lagunas… el problema, por decirlo así, fue que
cuando empezamos la excursión, el día anterior y tras las directrices que
supieron darnos en el pueblo, recordamos con claridad que en algún punto,
decían, se divide el camino: “para un lado está el cerro y, para el otro,
opuesto y lejos lejos, las Tres Lagunas…”.
Luego de no entender cómo sucedió y tras recorrer un poco de
estas hermosas lagunas y la singularidad del paisaje y reírnos ante la pérdida
y sin ninguna seguridad de cómo o por dónde regresar al lugar en donde nos
esperaban las carpas para volver a descansar, partimos, con la certeza de que
todos los caminos valen la pena recorrerse y la segunda certeza de que, para
volver al Fasayñan, o intentarlo, lo haremos con la ayuda de algún guía
lugareño o un amigo que lo haya hecho antes porque, aunque en esta ocasión todo
fue positivo, con la montaña no se juega y menos con una como ésta, tan llena
de misterios y milagros.
Datos
- Fasayñan significa "Camino del Llanto" (en unas de sus
interpretaciones) en la mitología cañari.
- La temperatura promedio, para el
cerro y para las lagunas, es de 16 grados centígrados.
- Las Tres Lagunas forman una gradación de tres espejos de agua ubicadas en
orden descendente.
- Se puede acceder por varios lugares, uno de ellos la parroquia Principal.
- Principal se encuentra a 65 Km.
de la ciudad de Cuenca y a 18 Km. del centro cantonal de Chordeleg