lunes, 7 de julio de 2014

La Catedral de la Inmaculada Concepción, ícono cuencano

La Catedral de la Inmaculada Concepción, ícono cuencano

Visitar Cuenca y no conocer las cúpulas de la Catedral Nueva es perder un tesoro de esta ciudad maravillosa

Panorámica de la Catedral
Vista desde las Cúpulas de la Catedral
El turismo no significa, únicamente, el desplazamiento hacia lugares lejanos, exóticos. Hacer turismo es cobrar conciencia y observar con claridad los lugares que destacan por sus valores estéticos, históricos naturales y en fin, todo aquello que hace que un lugar resulte de interés para que la gente los visite y disfrute.

Cuenca es una ciudad eminentemente turística o, mejor, una ciudad con un potencial turístico casi infinito (si cabe el término). Una ciudad con historia milenaria y atractivos naturales que, sin salir de la urbe, encontramos en las orillas de sus cuatro ríos, por ejemplificar. Una ciudad con historia, decía, que se remonta a la milenaria cultura cañari, la posterior llegada del imperio Inca y su debacle a manos de todos esos sucesos que detonaron en la llegada de los conquistadores españoles y lo que a partir de aquello sucedió, la hibridación de dos mundos (el uno vencido, claro) y la mezcla de cosmovisiones que arrojó nuestra cultura barroca, meztisa y multiforme que resultamos hoy por hoy, frente a la globalización y los nuevos cambios que esta propone. Una ciudad completa, sin lugar a dudas, que se abre al turismo mostrando su señorial arquitectura tanto prehispánica (el Museo Pumapungo es un ejemplo de lo dicho) como en la contemporánea y pasando por uno de los rasgos fundamentales de nuestro casco colonial: las iglesias.

vista desde las Cúpulas hacia el Parque Calderón
Y es que, cuencano que se precia de serlo, de seguro, ha hablado de todas las “tantas iglesias” que alberga nuestro centro histórico. Quizá la única ciudad en el sur de nuestra América con dos catedrales en la misma plaza central, enfrentándose en historia y belleza.

Por esto, nos parece pertinente hablar de degustar de lo que tenemos “patio adentro” de esta ciudad multiforme y maravillosa que deslumbra a quien la visita merced a todas sus posibilidades porque, como decía un amigo, debe ser hermoso para los turistas llegar a Cuenca y ver la catedral, imponente, ocupando una dimensión que se equipara solo a la fe de esta ciudad de agua e iglesias.

Una de las más grandes del Ecuador y de América


Cúpulas de la Catedral por la noche
Situada en plena plaza central, el Parque Calderón que se convierte en el corazón de esta traza en damero de la ciudad de estructura colonial que es nuestra Santa Ana de los cuatro ríos de Cuenca, la Catedral de la Inmaculada Concepción, a no dudarlo, simboliza la fe de esta comarca con aires de urbe que encanta a propios y extraños con su arquitectura y paisajismo urbano.
El proceso de su construcción lleva parte del espíritu cuencano que lleva a cabo todo aquello que se propone, aunque al comienzo pudiera parecer un imposible. Ahora bien, todos la hemos visitado pero, no todos, me parece, hemos dimensionado el hecho del tamaño de nuestra catedral, sobre todo pensando que la misma empezó a ser levantada allá por los años 1880, cuando Cuenca no era más que la plaza en frente y una hilera de casas a lado y lado. Se entiende a donde quiero llegar? La Catedral nueva fue concebida como una mega estructura que quería deslumbrar a quien la divise por el tamaño, para aquel entonces, mayor a la ciudad misma.

La iniciativa, cuenta la historia, se la debemos al Obispo Miguel León quien, con el diseño del hermano redentorista y visionario Juan Stieehle, dieron forma a este sueño exuberante y quizá, para aquel entonces, delirante. La construcción de este hermoso, emblemático e icónico edificio para la historia y el imaginario cuencano concluyó casi un siglo después cuando, en 1967, se celebró la consagración de la Iglesia Mayor de Cuenca. 

La arquitectura de este orgullo cuencano presenta varios elementos que merecen ser destacados, desde los diferentes estilos que podemos evidenciar, como el gótico y el románico (que es el que predomina) y los detalles que brillan por si mismos como los arcos de medio punto, las columnas cruciformes entrelazadas, el altar mayor cubierto con láminas de pan de oro, las columnas salomónicas que lo sostienen y presentan ricas decoraciones o los vitrales de distintas procedencias, como Alemania y Bélgica y la manufactura de artistas reconocidos como Guillermo Larrazabal o el piso de mármol importado de Carrara, Italia y los doce colores  que enriquecen la estructura de cruz latina de la construcción y así, una serie de detalles que hacen de esta catedral, orgullo de la ciudad, una de las más hermosas e impactantes de América.

Actividades en la Catedral Nueva





Como parte de la estrategia de turismo “Conoce tu destino”, que impulsa la Fundación Municipal Turismo para Cuenca, este domingo 7 de julio …. Estudiantes de la Universidad de Cuenca brindarán, gratuitamente, el servicio de Guianza en la Catedral, para quienes quieran conocer a fondo la historia y arquitectura de la misma, así como para quienes quieran acceder a las Cúpulas o a la Cripta, misma que tiene cerca de 100 metros de largo por 12 de ancho y que descansa como 5 metros bajo la superficie de la nave central y en la cual encontramos, a más de esta historia oculta por muchos años, cientos de nichos y las osamentas de 4 obispos que descansan en este lugar, ahora abierto al turismo.

Cápsula

Se puede visitar las Cúpulas de martes a viernes, desde las 8 hasta las 12 y desde las 13h30 hasta las 16h30; sábados y domingos de 8 a 12h00.
El costo de ingreso es de $1,00



domingo, 22 de junio de 2014

Todos los Caminos conducen al Capac Ñan


Todos los Caminos conducen al Capac Ñan

Una de las obras de ingeniería más asombrosas que ha visto el mundo

entrada al valle glaciar de Cuchi Corral

Conocer los andes y caminarlos, palmo a palmo, significa reconocer la inmensidad de sus cadenas montañosas y los senderos que las cruzan como abriendo espacios en donde todo es claro, abierto y, a la vez, sinuoso y místico porque, como sabemos quienes los hemos surcado, en las montañas andinas toda dualidad se lleva al extremo para anularse y reconocerse “caras” de una misma Verdad.
Por esto, tener la fortuna de recorrer algunas porciones del llamado Capac Ñan, Camino del Inca o Camino Real, en nuestro Ecuador y, sobre todo, en el centro sur de este país infinito, es un ejercicio de encuentro o, mejor, de re-encuentro con las raíces que nos definen desde lo que algunos llaman determinismo geográfico y que, desde otra perspectiva, no es sino el resultado de una lectura profunda y pasiva de aquello que nos define reflectando la infinidad que somos merced a, nuevamente, las montañas y su inacabable vaivén, los ríos que las surcan -continuos- como labrando la linealidad del tiempo que, además, vuelve en los ciclos que asume el agua completando la espiral y, así mismo, las lagunas, praderas, pajonales, bosques y todos los elementos que conoce esta tierra nuestra desde donde levantamos la mirada para reconocernos parte de este ecosistema con los “cachetes colorados” y los pulmones amplios de tanto respirar alturas.



Y en nuestra región existen algunas posibilidades para caminar el Capac Ñan, como en la hoya del río León, pasando por las ruinas de Dumapara o en la parroquia de Molleturo, para llegar a lo imponentes vestigios de Paredones de Molleturo y su vía de acceso hacia la costa, utilizando el camino ancestral o, del tramo que vamos ahora a tratar, la ruta que va de Achupallas, al norte, cerca de Alausí hasta el Complejo Arqueológico de Ingapirca y su imponente Castillo de traza elíptica.

De Achupallas a Ingapirca, pasando por la gran Culebrillas

 
vista del valle, río y laguna de Culebrillas

Una de las caminatas más hermosas que he tenido el placer de realizar es ésta que une los puntos entre Achupallas, el hermoso y pequeño pueblo que pareciera haber detenido el tiempo sobre sí e Ingapirca, el imponente Complejo Arqueológico de la vecina provincia del Cañar.

La primera vez que hice este recorrido, hace cerca de 10 años, trabajaba como guía de turismo y, en una de esas maravillosas aventuras que ese trabajo convida salí con 4 pasajeros e hicimos la travesía en 3 días y, para coronar la experiencia, pernoctamos en la laguna de Culebrillas la noche y amanecer del solsticio de verano, lo cual nos brindó un espectáculo maravilloso ante el cual, lo recuerdo con nitidez, los 4 pasajeros, el guía nativo y quien escribe estas líneas lloramos extasiados por el espectáculo que la naturaleza nos convidó.

atardecer solsticial en las ruinas incas de Paredones


La segunda vez (o tercera, ya no sé), fuimos de paseo con los amigos de siempre, es decir, los amigos de montaña, aquellos con quienes mantenemos un lema en son de broma: “si durante el paseo no te arrepientes por lo menos 3 veces de haber venido, no es buen paseo…”. Y, claro, la experiencia, de nueva vuelta, fue desafiante y gratificante en igual medida.

La caminata no es demasiado exigente, salvo algunos tramos como en el primer día en donde se enfrenta uno a una cuesta temible de cerca de 4 horas la cual, a no dudarlo, pone en manifiesto tesón y voluntad del caminante. Luego de ella sigue una hermosa planicie que atraviesa un valle glaciar en el cual encontramos un grupo de ruinas conocidas como Cuchi Corral en las cuales se acampa y, si la suerte acompaña y la noche es despejada, se observa el concierto cósmico de la noche andina. Para el día siguiente, una nueva cuesta: la ascensión al 3 cruces, a los 4500msnm y desde donde se tiene una vista inenarrable del valle, río y laguna de Culebrillas, sagrada para la cosmovisión Cañari e Inca y en la cual, o mejor, cerca de la cual se descansa y acampa después de cerca de 7 horas de camino.

llegando a Cuchi Corral

porciones del empedrado inca del Capac Ñan



Al amanecer del tercer día (se puede hacer en dos días, a un paso ajustado), junto a las ruinas Incas de Paredones de Culebrillas y tras un merecido descanso, se parte hacia Ingapirca, el Castillo del Sol y la Cara del Inca utilizando, como durante todo el trayecto, partes visibles del Capac Ñan que nos deslumbra en su dimensión y perfección porque, como dijo un amigo en uno de estos paseos: “es increíble que hayan logrado en-rectar a los andes…”.


la laguna sagrada de Culebrillas


el tambo inca de Paredones


3 días para deslumbrarse con una de las mayores obras de ingeniería que ha conocido el hombre, para sumergirse en los más deslumbrantes paisajes imaginables y para compartir entre amigos los retos que las aventuras en la naturaleza ofrecen, a tan solo un par de horas de Cuenca y lo que resulta una aventura para recordar el resto de la vida: el Capac Ñan, el Camino que lo resume Todo.

el castillo de Ingapirca, el Capac Ñan que accede al mismo y el atardecer de solsticio



martes, 17 de junio de 2014

Quingeo, en donde se detiene el tiempo


Quingeo, en donde se detiene el tiempo

Un pueblo con historia y voz propia


Es difícil visitar Quingeo y no querer regresar apenas se lo deja atrás. Es difícil, decía, recorrer sus casas y balcones y escaleras y no sentirse parte de esa historia, como si ante la belleza colorida de sus paredes y la textura firme del barro en que se sostienen anduviera una voz familiar o un recuerdo a medias, como cuando el sueño se corta y empieza de nuevo sin dejarse sentir y abordamos ese estado de irrealidad en donde todo se recrea con una claridad pasmosa.
Y es que Quingeo es una parcela de historia vibrante, de gente amable pero fuerte y dueña de una arquitectura sinuosa y “ese algo” que sitúa al visitante en los paisajes de la Comala de Rulfo, como dice mi papá cada vez que visitamos este hermoso pueblo y sus alrededores, porque a Quingeo lo he visitado tantas veces que es difícil pensar en algún espacio que me sea ajeno.



Años atrás, con Hernán Salcedo y Silvia Pesantez, fotógrafo-director y directora de arte (quizá los mejores de la ciudad y el país y, sobre todo, entrañables amigos) trabajamos en un proyecto de investigación sobre la tradición oral de esta parroquia el cual, como resultado final, se plasmó en un libro de fotografías y una breve narración literaria basada en un estudio académico sobre las costumbres y tradiciones del lugar.
El libro, publicado por la Subsecretaría de Cultura Región Sur, en el 2010, se planteó como un reconocimiento a la parroquia, Patrimonio Cultural de la Nación y fue concebido como una serie de metáforas “literario-fotográficas” basadas en los moradores del lugar, en su amplio margen de edades, utilizando sus modismos, su musicalidad y forma de platicar en la cotidianidad o, por lo menos, esa fue la intención. 



Y por esto me resulta familiar hablar de Quingeo, un pueblo de una belleza que he re-conocido y a la que vuelvo ahora, cámara en mano y la intención de compartir con usted, amable lector y potencial turista porque, el turismo, sin dar brincos exagerados, significa visitar lugares “ajenos” para disfrutarlos y entenderlos en esa aprehensión que hace que nos enamoremos de los paisajes culturales (como diría Gabi Eljuri) que luego, por lógica, protegeremos desde el sentimiento de pertenencia o, mejor, de empatía. 

Y empiezo entonces por decir que, en Quingeo, quizá más que en otros lugares de este austro nuestro, la memoria viva es palpable y se sostiene en huellas profundas que continúan de generación en generación aunque, claro, ante la globalización y la modernidad líquida, muchas de ellas se van diluyendo como la neblina que cubre el valle de profundos maizales y casas perdidas entre las chacras por el que se accede a esta entrañable comarca andina.


Quingeo conjuga la arquitectura, la tradición y la naturaleza

Todo pueblo, o casi, tiene su encanto. La cosa es que en Quingeo casi todo es un encanto. Por esto, para un observador, es fácil encontrar razones para caminar paso a paso la extensión del pueblo, descubriendo espacios como la calle que corre paralela a la plaza, detrás de las fachadas de las casas que encaran a la misma partiendo desde el ingreso a la iglesia; calle de tierra y piedra que sube y se deja descubrir en las escaleras posteriores de las viviendas de dos y tres pisos un universo de texturas y colores que describen mucho del carácter austero y cordial, a la vez, del habitante andino. Esa sensación de sentirnos protegidos “todo un siempre” por el cerco natural que nos rodea.



Casas con misterios y secretos, como aquellas que tienen cuartos construidos bajo tierra, como sótanos que, como dice Omar Reinoso, vienen desde tiempos ya remotos cuando las comunidades indígenas -dispersas a los alrededores- se levantaban en huelgas y destruían las viviendas del poblado por lo que, los dueños de estas casas, se escondían -por protección- en estos sótanos habitados. O la casa del mismo Sr. Reinoso que tiene, como en una película de misterio, una grada falsa que da acceso a un cuarto escondido y, así, secretos encerrados en esta arquitectura fabulosa que hizo que Quingeo sea considerado Patrimonio Cultural de nuestro país.



Casas de abobe y bahareque con balcones y terrazas y, por lo menos, dos pisos. Coloridas  y juntitas, anchas o estrechas pero todas profundas y con intrincados sistemas internos para acceder a sus diferentes pisos, en muchos casos abandonadas, cerradas con candado como queriendo anular el tiempo que corre a pesar del silencio que gobierna la plaza merced, quizá, a la migración que tanto a afectado a nuestros pequeños poblados de esta serranía ecuatorial.


Una iglesia y su plaza que sostienen una memoria colectiva ya que, como nos platicaban algunos moradores, en esa misma plaza, no mucho tiempo atrás, se corrían las escaramuzas (serie de figuras trazadas en la explanada por jinetes, bravos y hábiles, que participan de “la juega”, a breves rasgos) o se jugaba a la corrida de cinta (en el cual se tendía un cable de donde colgaban cintas multicolores y una argolla, la misma que debía ser atravesada por un jinete a toda carrera utilizando un esfero o un palo) o las chamizas, que ardían con leña recogida días antes del día de fiesta y que anunciaban la celebración, como invitando a todos a ser partícipes, como recordando que el fuego aproxima, invita, crea…



Una iglesia, decía, que guarda tesoros como la escultura de Cristo obra de Miguel Vélez, o las pinturas murales del puño de Rafael Vivar o, si el interés es más hacia la naturaleza, las faldas del cerro Tasqui en donde, según dicen, se jugaba el Pucara con las parroquias vecinas de Zhidmad, Jadán y el Valle, principalmente. 



Sin más que decir de tanto que se puede decir de esta parroquia, Quingeo es un tesoro escondido a aproximadamente 40 minutos de nuestra ciudad, un pedacito de historia detenida en un hipo del tiempo que se abre al turismo invitándonos a recorrerlo, a reconocernos en ese espacio apartado de la sinrazón y la velocidad que nos habitan, cada vez más, la urbe y sus urgencias diarias. 

Cápsula

Ubicado a 28 kilómetros de Cuenca.

Fundado en 1835.

8000 habitantes, aproximadamente.

Declarado Patrimonio Cultural Nacional el 13 de septiembre de 2009.